Después de una conferencia en Nairobi, Kenia, fuimos al lugar donde nos hospedábamos para prepararnos para volver a casa el día siguiente. Cuando llegamos, una mujer del grupo dijo que había olvidado el equipaje en el centro de conferencias. Mientras fue a buscarlo, el líder del grupo (siempre muy meticuloso) la criticó duramente a sus espaldas.
A la mañana siguiente, cuando llegamos al aeropuerto, el propio líder quedó consternado al darse cuenta de que él también había olvidado el equipaje. En ese momento, era aun más costoso volver a buscarlo. Más tarde, se disculpó y nos dijo: «¡Nunca volveré a ser tan duro con mis críticas!».
Como todos tenemos errores y debilidades, debemos soportarnos y perdonarnos cuando las cosas salen mal (Colosenses 3:13). Nuestra crítica tiene que ser constructiva y debemos vestirnos «como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia» (v. 12).
Si es necesario reprender a alguien, debemos hacerlo con benignidad y amor. De ese modo, estaremos convirtiéndonos en imitadores de nuestro Señor Jesucristo.